Las precipitaciones son un fenómeno recurrente
desde los orígenes del planeta; por tanto, las lluvias han caído por siglos en
la superficie terrestre y en los océanos.
Así como en un día de invierno, el agua por
efecto de la lluvia se escurre pendiente abajo, y luego se filtra si se halla
en un terreno poroso. En algunas ocasiones, cuando la capacidad de absorción
del suelo se satura, el agua corre abriendo pequeños surcos en el barro,
dependiendo del tipo de suelo o roca por donde atraviesa.
El proceso de desgaste, de erosión del suelo y de
las rocas debido al escurrimiento de las aguas-lluvia, vuelve a producirse en
cada periodo de precipitaciones una y otra vez a lo largo de la historia
geológica de la Tierra. De esta forma, el cauce de estos primitivos torrentes
se fue profundizando hasta llegar a la capa de saturación permanente de las
aguas subterráneas de una región determinada.